martes, 16 de agosto de 2011

(No) Despertar


Mi alarma me despertó, pero la apagué y me volví a acostar. “¡Despertate!” me gritan desde la otra pieza. “¡Anda al colegio y estudia!”
Supongamos, pienso mientras ahogo mi cabeza en la almohada, que mañana me despierto a tiempo, y estudio.

¡Si! A partir de mañana, voy a llevar a la escuela una mochila pesada, sin ningún escrito grosero, llena solo por cuadernos que usaré para anotar al pie de la letra lo que digan mis profesores. Cuando salga de mi casa, silbaré una canción que escuché en la radio esa mañana, y la gente me mirará y se unirá a mis silbidos.
Sacaré mis viejos posters de la pared y los cambiaré por una foto de algún equipo de fútbol reconocido, probablemente el que esté ganando en el momento. Me memorizaré los alegres cantos de mi nuevo equipo, y consideraré a los demás equipos como enemigos mortales, a los que la muerte sería un castigo justo por no compartir mis colores.
Conseguiré una novia, la más linda de las chicas del colegio, claramente de mi misma religión, y la preguntaré que sabe sobre la vida, a lo que ella responderá “casi nada” con una sonrisa, desabrochando otro botón de su abrigo para mostrar con más detalle sus senos que se ven casi por completo a través de su escote. Al mes nos llamaremos “novios”, a los tres meses nos diremos “te amo”, y a los cinco meses terminaremos la relación.
Voy a terminar la secundaria con notas no del todo extraordinarias. Cuando me pregunten sobre historia, matemática o filosofía, frunciré el ceño tratando de recordar, y al cabo de unos minutos declararé con una sonrisa pícara “no me acuerdo, hace mucho que lo vimos”.
Me haré creyente de alguna religión, al menos lo suficiente para diferenciarme y saber de donde vendrán mis castigos y mis regalos, y discriminaré como pasatiempo a aquellos que encontraron su felicidad fuera de mis instituciones.
Claramente, ya estaré anotado en una universidad que me enseñe como conseguir más dinero y sonreír y dar una educada palmadita sobre el hombro de los pobres. “No te preocupes, las cosas van a salir mejor” será mi lema.
Al terminar mis estudios universitarios, conseguiré a través de algún amigo (probablemente el que menos plata me haya pedido en nuestros años de amistad) algún trabajo que pagué bien y que ofrezca varios ascensos para poder contarles a mis padres sobre mi nueva posición en el trabajo. Allí tendré una hermosa secretaria con el pelo atado. Después de años de sexo, escondidos en mi oficina, le pediré casamiento y ella aceptará.
Cuando empiece a perder la figura de la que tanto me enamoré, y ya me haya dado un hijo, empezaré mis encuentros con su mejor amiga. Antes de salir a la casa de mi amante, besaré sobre la grasosa frente a mi mujer, le sonreiré (mientras por dentro me estaré riendo de todo mi mundo secreto), y ella me responderá con esa misma sonrisa que en mi ausencia le dará al plomero antes de preguntarle si “quiere quedarse para un té”.
Me pasaré mis días entre la oficina y mi amante, y a las noches volveré a casa para entregarle un nuevo juguete al niño cuya cara desconozco, y antes de dormirme al sonido de nuevas noticias sobre robos y asesinatos en mi lujosa ciudad, prepararé una tasa de café para poder recomenzar mi día, energizado por la cafeína, a las siete de la mañana.
Cuando ya no pueda ocultar mis canas y mi barriga entre trajes caros y peinados moldeados que sacaré de las revistas, tendré que jubilarme. Mi mujer, que tanto se habrá esforzado por años ocultar sus blancos cabellos con tinturas de variados colores, se rendirá.
Mi hijo seguirá mis exitosos pasos, desde mis estudios, mis amantes y mis trabajos, y yo seré para él lo que es una figura en el diario, un hombre reconocido y a la vez completamente indiferente en su vida.

Y así, como una llama insignificante, apareciendo y desapareciendo a través de la apertura del encendedor según el deseo del fumador, mi mente se apagó y toda esa vida ya pasó y nunca existió, en menos de un minuto. Una vida alabada a mis alrededores y una pesadilla en mi cama.
Me siguen gritando que vivo durmiendo,
pero si hasta ahora viví durmiendo, si hasta ahora viví soñando, es que un sueño es más real que todas estas mutaciones de placeres, muertes en vida, y suicidios a través del mantenimiento de nuestra respiración y pulso. Así que quiero dormir cinco minutos más. Cinco minutos, y después me levanto.